Ecuador, un país conocido por su biodiversidad y variados paisajes, se encuentra una vez más enfrentando un fenómeno natural que impacta significativamente en su territorio: las intensas lluvias que azotaron la nación desde la madrugada del viernes 19 de abril del 2024. Esta serie de precipitaciones, pronosticadas para continuar hasta las 22:00 del 21 de abril, según la última alerta meteorológica emitida por el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), plantea desafíos importantes en términos de gestión de riesgos y adaptación al cambio climático.

El informe del Inamhi destaca que las lluvias abarcarán una amplia gama de intensidades, desde moderadas hasta fuertes y de alta intensidad, distribuidas en diferentes regiones del país. Específicamente, se prevé que las zonas más afectadas sean la Costa y la Amazonía, donde la acumulación de precipitaciones podría desencadenar inundaciones, deslizamientos de tierra y otros desastres relacionados con el agua.

En el Litoral ecuatoriano, se anticipa una mayor intensidad de lluvias en provincias como Esmeraldas, Santo Domingo de los Tsáchilas, El Oro y Los Ríos. Estas áreas, ya vulnerables a eventos climáticos extremos debido a su ubicación geográfica y características topográficas, enfrentarán un mayor riesgo de inundaciones repentinas y crecidas de ríos, lo que podría poner en peligro la seguridad de la población y la infraestructura local.

Por otro lado, en la región Interandina, se espera que las lluvias más intensas afecten al noroccidente de Imbabura, Pichincha y Bolívar. Aunque en estas áreas la topografía montañosa puede mitigar parcialmente los impactos de las lluvias, aún existe el riesgo de deslizamientos de tierra y erosión del suelo, especialmente en zonas con pendientes pronunciadas y suelos susceptibles a la erosión.

Un aspecto destacado de esta situación es la presencia del complejo hidroeléctrico de Paute en la zona del austro del país, una instalación crucial para el suministro de energía en Ecuador. La crisis energética que enfrenta el país hace que la disponibilidad de lluvias intensas sea vital para la generación de energía hidroeléctrica, subrayando la interconexión entre el clima, la energía y la seguridad económica.

En respuesta a esta situación, es fundamental que las autoridades ecuatorianas implementen medidas de preparación y respuesta efectivas, incluyendo la evacuación preventiva de áreas de alto riesgo, el fortalecimiento de la infraestructura de drenaje y defensa contra inundaciones, y la mejora de los sistemas de alerta temprana para comunidades vulnerables. Además, se requiere una mayor inversión en programas de adaptación al cambio climático y en la promoción de prácticas agrícolas y de desarrollo urbano sostenibles.

En resumen, las lluvias intensas en Ecuador no solo son un recordatorio de la vulnerabilidad del país ante los fenómenos meteorológicos extremos, sino también una llamada de atención sobre la necesidad de una gestión integrada del riesgo y una acción climática concertada a nivel nacional e internacional. Solo mediante la cooperación y la colaboración entre todos los actores involucrados, desde el gobierno y las organizaciones de la sociedad civil hasta el sector privado y la comunidad internacional, se podrá construir un futuro más resiliente y sostenible para Ecuador y sus habitantes.

FUENTE: ELCOMERCIO